Reseña sabatina: “Odisea en el zeptoespacio” de Gian Francesco Giudice

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Tras leer la reseña de Tommaso Dorigo, «A Zeptospace Odyssey – Gian Giudice’s Brilliant New Book,» AQDS, Jun 12, 2010, me costó varios meses, pero logré conseguir este estupendo libro sobre física de partículas en el LHC del CERN. Preparé un borrador de una reseña, pero no apareció en este blog (muchos de mis borradores corren la misma suerte). En aquel momento pensé que estaría muy bien que este libro fuera traducido al español, pero que eso nunca ocurriría. Nadie estaba interesado entonces en la física de partículas. Sin embargo, los neutrinos superlumínicos de septiembre de 2011 y el descubrimiento del Higgs en julio de 2012 han generado tal revuelo mediático que la física de partículas ya forma parte de los temas imprescindibles en la divulgación en español. Y como tal, la traducción de este libro era una necesidad. Luis Álvarez-Gaumé y Juan José Gómez Cadenas han luchado contra viento y marea para ello. Al final el libro ha visto la luz gracias a la plataforma de divulgación JotDown. Si te gusta la física de partículas, no puedes dejar de leer a Gian F. Giudice, «Odisea en el zeptoespacio,» JotDown Books, 2013.

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Sábado, reseña: «Mala Farma» de Ben Goldacre

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Me gustó «Mala Ciencia,» un libro fresco y necesario. El nuevo libro de Ben Goldacre, «Mala Farma,» editado por Paidós Contextos, sigue el mismo camino, pero lo lleva hasta el extremo. Quizás demasiado. Un libro recomendable para estudiantes de medicina y profesionales de la salud, pero que puede dejar un mal sabor de boca a los que somos pacientes potenciales. Goldacre en «Mala Farma» se recrea en la hipérbole, una figura retórica poco habitual en el ensayo de divulgación científica. En mi opinión, la hipérbole resulta un poco desagradable en un texto de 380 páginas. La verdad, no puede ser verdad que todo sea tan malo como lo pinta Goldacre en su libro. Su recopilación de casos (muchos poco conocidos) muestran una situación de la medicina y la farmacología tan escandolosa que el inexperto como yo llega a la conclusión de que no puede ser todo tan malo como lo pinta Goldacre en «Mala Farma.» Por supuesto, espero no equivocarme.

En el primer capítulo se trata el problema de los «Datos que faltan.» La ciencia funciona a base de contrastar hipótesis; cuando uno propone una hipótesis para explicar un fenómeno físico y realiza una experimentación para ratificarla, puede que, por  contra, los datos muestren que la hipótesis era incorrecta; en dicho caso, lo normal es que omita publicarlo, por vergüenza y porque publicar resultados negativos es casi imposible. Sin embargo, como nos cuenta Goldacre, en medicina el asunto es más complicado, hay vidas humanas en juego.

«En 2009, se publicó por primera vez un estudio que examinaba en concreto cuántas de esas primeras pruebas clínicas experimentales en seres humanos llega a ver la luz y cuántas quedan ocultas. Reunidos todos los ensayos de este tipo aprobados por un comité deontológico a lo largo de un año, se constató que al cabo de cuatro años [aún no] se habían publicado nueve de cada diez, y transcurridos ocho años, cuatro de cada cinco seguían sin estarlo.» [Páginas 26-27]

En física (y otras ciencias) no hay daños colaterales en pacientes debido a que no se publiquen los resultados negativos (las hipótesis fallidas).

«Dado que los investigadores gozan de total libertad para ocultar los resultados que quieran, los daños a los que se ven expuestos los pacientes son de una magnitud inconmensurable en el campo de la medicina, desde la investigación a la práctica diaria. Los médicos ignoran totalmente los verdaderos efectos de los tratamientos que aplican. ¿Funciona realmente este fármaco o me han ocultado la mitad de los datos? Vaya usted a saber. ¿Vale la pena este costoso fármacoo se han maquillado los datos? Vaya usted a saber. ¿Matará este fármaco a los pacientes? ¿Hay alguna evidencia de que sea peligroso? Vaya usted a saber.» [página 28]

Goldacre destaca la importancia de los metaanálisis realizados por la Colaboración Cochrane, como ya hizo en «Mala Ciencia,» aunque en «Mala Farma» el discurso resulta un poco pesado pues se reiteran los argumentos una y otra vez, como tratando de que hasta el más torpe se entere de lo que se quiere decir.

En el segundo capítulo «¿De dónde salen los nuevos medicamentos?» y en el tercero «Malos organismos reguladores,» Goldacre nos recuerda que «la pela es la pela» (en inglés «money talks»).

«La investigación sobre eficacia comparativa [de fármacos] es crucial, [pero muy costosa]. Barack Obama [actual presidente de EEUU] demostró a muchos académicos y médicos que comprendía [con claridad] los grandes problemas de la sanidad al anunciar [en 2008] que gastaría 1.000 millones de dólares en ensayos clínicos comparativos entre los fármacos que se emplean en los tratamientos más corrientes. […] Porque la investigación sobre eficacia comparada de fármacos es un campo de vital importancia para todos, y en muchos casos la utilidad de averiguar cuál es el fármaco existente que mejor resultado da supera con creces el coste de desarrollar nuevos fármacos.» [páginas 144-145]

En el capítulo cuarto, «Malos ensayos clínicos,» se nos recuerda que hay efectos espurios en los ensayos si se realiza un número muy elevado de análisis o si se dividen los resultados en un número muy grande de subgrupos. Yo destacaría los comentarios de Goldacre sobre el ensayo de un procedimiento quirúrgico llamado endarteriectomía.

Los investigadores «decidieron examinar hasta qué extremo podían poner en práctica esta idea (en broma) dividiendo a los pacientes en la mayor cantidad de subgrupos imaginables. [… En uno de dichos subgrupos] observaron que el beneficio de la cirugía dependía del día de la semana en que había nacido el paciente: sería de imbéciles basar las decisiones clínicas en ese dato. Observaron [también] una maravillosa relación casi lineal entre el mes de nacimiento y el resultado clínico: en los pacientes nacidos en mayo y junio se observó un extraordinario beneficio, pero a medida que corría el calendario el efecto se diluía más y más, hasta que en marzo la intervención tenía visos de ser casi perjudicial. Si estos resultados descubrimientos hubieran sido en relación con una variables biológica plausible, como la edad, el análisis de dicho subgrupo habría sido difícil de ignorar.» [página 193]

El breve capítulo cinco, «Ensayos clínicos más amplios y más sencillos,» da paso al sexto, «Marketing.» Me ha resultado muy pesada la lectura de este capítulo. Yo destacaría el siguiente párrafo sobre el conflicto de intereses: «business is business, science is science.»

«Los científicos están obligados a declarar sus intereses económicos cuando publican un trabajo. Pero los editores [de las revistas científicas] que imponen este requisito a los colaboradores, casi todos se han eximido ellos mismos. Es curioso. La industria farmacéutica tiene unos ingresos de [unos] 600 billones de dólares y compra muchísimo espacio publicitario en las revistas académicas, lo que representa muchas veces el capítulo más importante de sus ingresos.»  [página 274]

Este problema no sólo afecta a los demás médicos, también nos afecta a todos nosotros (si somos médicos o futuros médicos). Goldacre recomienda algo obvio, pero como muchas cosas obvias, que se olvida fácilmente.

«Todos los médicos deben declarar los pagos, obsequios, invitaciones, cursillos formativos, etcétera, a los pacientes, a los colegas y en un registro central.» [página 302]

El epílogo final, «Mejores datos,» resume todo el libro en unas veinte páginas. Su primer párrafo merece ser repetido.

«Estarán abrumados, y no se lo reprocho. Dedicaremos unos instantes a recapitular y a reflexionar sobre cómo se defendería un ejecutivo de la industria para, a continuación, ver cómo arreglar las cosas.» [Página 305].

En resumen, un libro muy bien documentado, con gran número de referencias bibliográficas, pero cuya lectura resulta pesada. Repetir los mismos argumentos una y otra vez no ayuda a entenderlos mejor. Me gustó «Mala Ciencia,» pero no me ha gustado tanto «Mala Farma,» aunque recomiendo su lectura a los médicos y a quienes aspiran a serlo. Seré muy crédulo, pero no me parece que el panorama farmacológico sea tan pésimo como sugiere Goldacre en su libro «Mala Farma.»

Sábado, reseña: «Hasta el infinito, y más allá» de Clara Grima y Raquel García Ulldemolins

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—¡Toma, toma, toma! ¡Cómo mola! —como diría el pequeño Ven. Hay muchos libros titulados «Hasta el infinito, y más allá» pero el de Clara Grima y Raquel García Ulldemolins, editado por Espasa, es único por muchas cosas. Gracias a las (mate)aventuras de Ven(tura), Sal(vador) y su fiel compañero canino Gauss, niños y adultos disfrutarán acercándose a las matemáticas desde un punto de vista muy diferente al habitual. «Un libro para todos aquellos que temen a las Matemáticas,» complemento ideal a «El Diablo de los Números» de Hans Magnus Enzensberger. Este estupendo libro de Clara y Raquel, que recomiendo a todos los lectores, es un regalo ideal para ocasiones especiales y, por qué no, para todas las ocasiones. ¿Aún no lo has leído? ¡A qué estás esperando!

El libro empieza por el más difícil todavía: «Perdona, Buzz, pero después del infinito no hay nada.» Qué padre no ha tenido que contestar a las preguntas ¿qué es el infinito? y ¿qué hay más allá del infinito? que se realizan todos los niños tras oír a Buzz Lightyear en la saga Toy Story de Disney Pixar. Un concepto difícil que se ilustra en el libro gracias al hotel de Hilbert en «¡Mi infinito es más grande que el tuyo!» Muchos padres disfrutarán con este capítulo, aunque creo que para muchos niños será un inicio muy duro. Yo hubiera empezado el libro con algo más ligero, más gráfico, quizás con «¿Qué es eso que dibujas Mati? ¡Ese caramelo es mío!» sobre los diagramas de Voronoi, famosos en España gracias a «¿Está Voronoi? Que se ponga,» «Cada uno en su región y Voronoi en la de todos» y por supuesto a «Mati y sus mateaventuras

Sigue el libro por un camino difícil para los niños, con «Mati, ¿estás segura de que π no es racional?,» y con «Voy a leerte la mente, abuela.» Los matemáticos disfrutan explicando la evolución del concepto de número, pero conceptos tan abstractos como el de número real o el de números binarios, propios del siglo XIX, me parece que deberían formar parte del final del libro y no del principio, pues pueden desanimar a muchos lectores potenciales.

Muchos de los tópicos presentados en el libro son muy conocidos, pero se presentan con tal frescura que se disfrutan como si fuera la primera vez. En «Flores, palacios y números» se discuten el número aúreo, «No te creo Mati, ¿cómo va ser un número de oro?,» y la sucesión de números de Fibonacci, «Una flor, otra, dos flores.»

Clara Grima investiga en geometría computacional en la Universidad de Sevilla, por lo que tiende a poner ejemplos de teoría de grafos con los que disfrutarán grandes y pequeños. «Cómo voy a salir del laberinto sin el hilo?,» «¡Ese caramelo es mío!» y «¿Por qué no hay un poli en cada sala?» son claros ejemplos. Tópicos modernos e interesantes con los que disfrutarán incluso los estudiantes de ciencias matemáticas y los profesores de matemáticas podrán incorporar con facilidad a sus clases. Todo ello sin olvidar temas muy populares en la divulgación matemática como los tratados en «Pues vaya lío de puentes, ¿no?» y «¿Sólo con 4 colores?» En este último caso yo hubiera retado a los lectores más jóvenes a resolver un problema más sencillo que el famoso mapa de 1 de abril de Martin Gardner, como por ejemplo el siguiente.

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En casa todos hemos disfrutado del libro, pero no todo pueden ser piropos. «Antes de empezar…» nos dice Mati que «a mucha gente no le gustan las palabras esdrújulas» como matemáticas. Sin embargo, el libro abusa de ellas y sobre todo del sufijo «-mente.» Estas palabras dificultan el ritmo de la lectura y deben ser evitadas para lograr una lectura más ágil, sobre todo, en mi opinión, para libros dirigidos a niños y jóvenes. Cuando yo leí por primera vez «respondió vehementemente» me quedé sorprendido. Muchos lectores tendrán que recurrir al diccionario para saber qué es la «vehemencia» o algo «vehemente» (términos aplicados muchas veces al estado emocional del pequeño Ven). Yo hubiera escrito «respondió vehemente» o incluso hubiera evitado este término adulto. Hay muchos más ejemplos como «Gauss miraba atentamente,» que yo hubiera cambiado por «Gauss miraba atento,» o «números correspondientes entre 64 y 127» que yo hubiera acortado a «números entre 64 y 127» sin pérdida de significado.

Yo hubiera hecho una buena revisión del lenguaje utilizado, tratando que fuera menos adulto y más ágil. Hay muchos pequeños cambios que en una segunda edición se podrían corregir con facilidad. Por cierto, el libro presenta pocas erratas, aunque destaca el «2 + x 0,08» en la fórmula de la página 42.

En resumen, me ha gustado mucho este pequeño libro de popularización de las matemáticas. Su módico precio hará las delicias de quienes quieran regalar el mejor regalo posible: un poco de cultura matemática.

Por qué se tituló «Dinámica de un asteroide» la obra del profesor James Moriarty en una novela de Sherlock Holmes

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Sherlock Holmes califica la obra ficticia «Dinámica de un asteroide» del profesor James Moriarty con elogiosas palabras de admiración: «esta obra asciende a tales alturas técnicas en matemáticas puras que se dice que no hay científico en el mundo capaz de criticarla.» Según Alejandro Jenkins, el título fue elegido por Sir Arthur Conan Doyle como referencia a un panfleto satírico repartido en 1865 en la Universidad de Oxford por Lewis Carroll (autor de «Alicia en el país de las maravillas») titulado «The Dynamics of a Parti-cle.» Este panfleto de sátira política aprovechaba que en inglés «partido político» se dice «party» para hacer un juego de palabras con «parti-cle» (con guión explícito en el original). El panfleto tenía por objeto criticar a William Gladstone que se presentaba para su reelección en el «rectorado» («Parliament») de dicha Universidad. Carroll hacía un juego de palabras en el título con un texto científico (en la Inglaterra victoriana había muchos libros de texto titulados «Dinámica de una partícula,» destacando el famoso texto escrito para la Universidad de Cambridge por Peter Guthrie Tait y William J. Steele en 1856, que fue reimpreso 7 veces). La nueva hipótesis sobre el título contradice la propuesta de Isaac Asimov, según la cual el título aludía al movimiento de un asteroide genérico porque alrededor de 1875 (cuando se supone que lo escribió Moriarty) había mucho interés científico en este tema. Hay otras hipótesis, pero la nueva me parece muy sugerente, muy al estilo del genial Sir Arthur Conan Doyle. Más información en Alejandro Jenkins, «On the Title of Moriarty’s Dynamics of an Asteroid,» arXiv:1302.5855, 23 Feb. 2013.

PS: Gracias a un tuit de @ComandanteVimes me entero que «Asimov nunca pensó que el título se refiriera a un asteroide genérico. Lo desarrolla aquí

Por lo que parece, Asimov en «El Crimen Definitivo» propone que el tratado de Moriarty se refería al problema de los tres cuerpos (problema no integrable, que no posee solución analítica y presenta estocasticidad o caos hamiltoniano). Aun así, hay que tener cuidado, porque el problema del asteroide sujeto a las fuerzas del Sol y Júpiter es prácticamente plano, luego es un problema de tres cuerpos «degenerado» y las dificultades matemáticas del problema general se diluyen. Permíteme un extracto de «El Crimen Definitivo» de Asimov.

«En la novela El valle del miedo, Holmes menciona que Moriarty ha escrito una tesis titulada La dinámica de un asteroide, saturada de elementos matemáticos tan excéntricos y complejos que no había un solo científico europeo capaz de discutir el asunto. (…) Los teóricos se interesan en el problema de tres cuerpos y si Moriarty era un poderoso matemático, entonces justamente sobre eso debe de versar el tratado. (…) Hacia 1866, o algo así (estoy casi seguro que fue en 1866), descubrió el motivo. Cualquier asteroide cuya órbita pasara por esos huecos se habría movido alrededor del sol en un período igual a una fracción simple del período de Júpiter. (…) Un asteroide, cada dos o tres revoluciones, pasa a Júpiter bajo las mismas condiciones relativas de posición. La atracción de Júpiter es en una dirección particular cada vez, siempre la misma, ya sea hacia adelante o hacia atrás, y el efecto se acumula.» 

Sábado, reseña: «El bosón de Higgs» de Alberto Casas y Teresa Rodrigo

«Un tornillo pegado a un imán tiene menos masa que el imán y el tornillo por separado. La razón es la misma por la que la masa de un átomo de helio es menor que la suma de las masas de sus dos protones, sus dos neutrones y sus dos electrones por separado.» Frase extraída del reciente libro de Alberto Casas (IFT CSIC-UAM) y Teresa Rodrigo (UC, CSIC-UC), «El bosón de Higgs,» CSIC, Catarata, 2012. Un libro de sólo 117 páginas que nos introduce las ideas básicas sobre la física del bosón de Higgs en el contexto del modelo estándar y cómo ha sido descubierto en los experimentos del LHC. Decorado con poquitas fórmulas (muchas con tipografía poco cuidada) y algunos diagramas de Feynman, el libro tiene un nivel asequible para cualquier aficionado a la divulgación científica. Si dudabas si adquirir o no el último librito de Lisa Randall, «El descubrimiento del Higgs. Una partícula muy especial,» Acantilado, 2012, y si me permites un consejo, por casi el mismo precio, cómprate el de Alberto y Teresa. Con toda seguridad lo disfrutarás mucho más.

El libro se lee fácil, aunque me hubiera gustado que los autores hubieran trabajado mejor algunas de las analogías que ofrecen (un defecto que el libro comparte con el de Randall). Por ejemplo, la imagen simple del campo de Higgs como un fluido transparente y viscoso, que no explica la masa de las partículas en reposo, se lleva hasta el abuso en el libro de Alberto y Teresa al afirmar que «en el siglo XX los físicos se han encontrado con el problema de la masa de las partículas y lo han resuelto inventando un nuevo éter» (se dedica una página entera a discutir el Higgs como nuevo éter).

El primer capítulo, «El misterio de la masa,» discute qué es la masa pasando por Newton, Einstein, Higgs y la cromodinámica cuántica. «A veces se visualiza un protón como un saco que contiene no sólo los tres quarks uud, sino también gluones y pares quark-antiquark. Por todo ello, ese saco contiene energía, la máxima responsable de la masa del protón» y de toda la materia que nos rodea. «Este es un hecho que a veces no se reconoce adecuadamente,» por ejemplo, «cuando se dice que el Higgs es el responsable de la masa de la materia.» El capítulo acaba con una brevísima descripción de qué es el espín y las simetrías en teoría cuántica de campos.

«El modelo estándar y el bosón de Higgs,» segundo capítulo, repasa de forma breve el modelo estándar y sus simetrías. «La perspectiva moderna es que la Naturaleza ha decidido por algún motivo poseer algunas simetrías básicas, pero de momento no tenemos respuesta convincente» al porqué. La descripción de qué es una simetría gauge local utilizando el potencial eléctrico está bastante bien. Yo habría discutido en más detalle la sección «masa contra simetría» donde se presenta la idea de que los términos con masa violan las simetrías locales y por tanto están prohibidos, salvo que se introduzca una rotura (espontánea) de la simetría. Me ha gustado la discusión de el mecanismo de Higgs. «El término H ψ² no es un término de masa m ψ² sino una interacción entre el campo ψ y el campo H. Este término es invariante bajo la simetría. Por tanto, la teoría sigue siendo simétrica. Tomando H=H0+h, con H0 el valor del campo de Higgs en el vacío y h como algo cambiante y dinámico, se obtiene que el primer término H0 ψ² es como un término de masa para la partícula del campo ψ, y que h ψ² representa la interacción entre el campo ψ y la partícula del campo de Higgs, el famoso bosón de Higgs. Una idea «descabellada» de Brout, Englert y Higgs.»

En el segundo capítulo yo creo que hubiera quedado todo redondo si se hubieran introducido ecuaciones de onda (unidimensionales) al estilo de Matt Strassler («Fields and Their Particles: With Math» y «How the Higgs Field Works (with math)«). Sin embargo, a partir de la sección «Una imagen sencilla» se cae en el tópico de siempre y lo que iba por buen camino acaba decepcionando un poco (más aún con erratas como «Abbdus Salam»). Aún así, me gusta que se destaque en «Al comienzo del universo…» la importancia de la transición de fase electrodébil en cosmología. «Según los cálculos teóricos, el campo de Higgs tomó su valor no nulo cuando el universo tenía sólo una diezmilmillonésima de segundo. Ese fue un acontecimiento importante en la historia del universo.» Aunque yo habría hablado de la analogía con la rotura espontánea de la simetría en el ferromagnetismo un poco antes y hubiera discutido en más detalles las implicaciones cosmológicas del campo de Higgs.

El tercer capítulo, «La búsqueda y descubrimiento del bosón de Higgs,» describe bastante bien el proyecto LHC (incluso mucho mejor que en el libro de Alberto Casas, «El LHC y la frontera de la física,» CSIC, Catarata, 2009). Lo único que puedo criticar de este capítulo es que no se aclara que los números que se presentan a veces corresponden a colisiones a 14 TeV y otras veces a 7 TeV u 8 TeV. Quizás abusar de poner la coletilla hubiera hecho más pesada la lectura, pero se podría haber hecho uso de notas al pie de página. La breve descripción de los experimentos ATLAS y CMS está bastante bien cuidada. El diagrama de Feynman que ilustra la producción de un Higgs por fusión de gluones y su posterior desintegración en un par de fotones está bien discutido. La discusión del concepto de masa invariante también me parece muy acertada.

Al final del capítulo tercero se discute la dimensión humana del LHC («el lenguaje común de la ciencia») y «la contribución española al LHC.» Yo hubiera discutido este tema con un poco más de profundidad. «España es uno de los veinte países miembros del CERN. En la construcción del LHC trabajaron más de 35 empresas españolas de ingeniería civil, ingeniería eléctrica y mecánica, y tecnologías de vacío; así como empresas de servicios. En los experimentos del LHC están trabajando hasta diez grupos de investigación españoles de distintas universidades y centros de investigación (tanto en ATLAS y CMS, como en ALICE y LHCb, y en el grupo de física teórica del CERN). Muchas de las gráficas que llevaron al descubrimiento del Higgs y que se mostraron el día 4 de julio en el CERN partían de nuestros centros. Además, España alberga uno de los once centros de computación mundiales de la Worldwide LHC Computing Grid (WLCG).»

El penúltimo capítulo, «Más allá del Higgs,» discute «la naturaleza del bosón de Higgs» y la posibilidad de que «del mismo modo que un protón parecía una partícula perfectamente elemental hace ochenta años y luego se comprobó que era compuesta, algo parecido podría estar pasando con el bosón de Higgs. ¿Y qué desean los científicos que suceda? Hay «división de opiniones» entre los que prefieren que el Higgs sea una partícula elemental y que el mecanismo de Higgs puro, descrito por el modelo estándar, salga triunfante, y los que prefieren que se encuentren desviaciones.» Seguidamente se discute «el problema de la jerarquía» que «sugiere la existencia de nueva física más allá del modelo estándar, dentro del alcance del LHC. Todavía es pronto para afirmar que el LHC está poniendo en apuros a la supersimetría, la solución más elegante del problema de la jerarquía, o a la existencia de dimensiones extra» (para una buena discusión de este último punto es muy recomendable el libro de Lisa Randall, «Universos Ocultos. Un viaje a las dimensiones extra del cosmos,» Acantilado, 2011).

Alberto y Teresa discuten en el penúltimo capítulo «el misterio del sabor y los neutrinos» («un tema apasionante que está siendo investigado desde muchos ángulos teóricos y con experimentos diversos, incluido el LHC»), «la materia oscura y la energía oscura» (que Alberto discute en más detalle en su libro «El lado oscuro del universo,» CSIC, Catarata, 2010), y «la gravedad» (donde destacan que «hasta el momento el único candidato serio» para explicar la gravedad cuántica «son las teorías de supercuerdas, que recibirían un gran espaldarazo si el LHC demostrara la existencia de la supersimetría»).

El último capítulo de libro discute «la utilidad de la ciencia básica» y su impacto en la sociedad. «Cuando se habla de los países más desarrollados e influyentes del mundo se suele hacer referencia a su nivel de I+D+i, donde I significa investigación científica, la D desarrollo y la i significa innovación, es decir, transferencia de ese conocimiento científico para generar saltos tecnológicos cualitativos. En la construcción de cada uno de los detectores del LHC participaron más de 400 empresas repartidas por todo el mundo. Se originó numerosas innovaciones tecnológicas que se manifestaron no sólo en la calidad de los productos, sino también en la competitividad y mejora de los procesos de producción de las empresas participantes.» Aún así, los autores caen en los tópicos de siempre, el GPS y la web (WWW), obviando mencionar muchas de las otras grandes innovaciones que la física de partículas nos ha ofrecido durante el siglo XX.

Finalmente, «La necesidad de financiación de la ciencia básica» culmina este breve y muy recomendable libro. «La empresa científica es sin duda uno de los grandes logros de la humanidad, prácticamente un milagro, que sólo ha sido posible gracias a la gran generosidad de la sociedad y al trabajo entusiasta y vocacional de los científicos.

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Como he mencionado dos libros de Alberto Casas, aquí os dejo las portadas y os recomiendo encarecidamente su lectura. La parte del LHC y los experimentos CMS y ATLAS en su último libro me ha gustado porque cuenta muchas cosas que se echan en falta en «El LHC y la frontera de la física,» CSIC, Catarata, 2009 (134 páginas). He de confesar que a finales de noviembre de 2012, en las IV Jornadas CPAN, Granada, me recomendaron leer el libro «El LHC y la frontera de la física» y por ello decidí comprar también «El lado oscuro del universo,» CSIC, Catarata, 2010 (123 páginas). He leído los tres libros estas pasadas navidades y creo que puedo recomendar los tres (aunque el que más me ha gustado es el último).

¿Alguna crítica negativa al último libro de Alberto Casas sobre el Higgs? Quizás lo que menos me ha gustado del libro «El bosón de Higgs» ha sido que, a veces, da la sensación de que ha sido escrito con prisas, sin una revisión cuidada (hay muchas erratas menores, obvias para cualquier físico, pero que no se pueden aceptar en un libro escrito por dos autores, con sendos encéfalos dedicados a corregir uno el trabajo del otro). Espero que tenga éxito, que haya una segunda impresión y que se aproveche para corregir dichas erratas. También he echado en falta una bibliografía (que no falta en los dos libros anteriores de Alberto); aunque breve, siempre se echa en falta tener un punto de referencia para seguir profundizando en un tema tan apasionante como la física del bosón de Higgs.

Sábado, reseña: «El error del pavo inglés» de Antonio José Osuna Mascaró

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El título y el autor me hicieron pensar en un libro de etología animal, o de etología comparada. Nada más lejos de la realidad. La etología brilla por su ausencia, salvo en los capítulos finales. El libro ofrece la respuesta de un biólogo docto, de la mano de la evolución, a preguntas como ¿qué es la vida?, ¿cuál es el sentido de la vida? o ¿qué es la consciencia? Brillante en ciertos pasajes, en otros decepciona. Pero una ópera prima de 245 páginas tiene que ser así. Tiene que dejar la puerta abierta a obras futuras que demuestren todo el potencial del autor. Sin lugar a dudas, recomiendo la lectura de «El error del pavo inglés» de Tay (@BioTay en Twitter), pero empezando por el capítulo séptimo, y último, «La escalera de cristal,» para más tarde retomar los capítulos del cuarto al sexto, de «El error del pavo inglés» al «¿Quién soy yo? ¿Qué es la consciencia?,» y finalmente acabar con la introducción y los tres primeros capítulos, a quien apetezca completar la obra, por completarla, pues no se pierde nada si no se leen.

Pido perdón al autor, Tay, por mi atrevimiento al recomendar un cambio en el orden de los capítulos, pero he de confesar que me costó leer los primeros capítulos y solo continúe leyendo la obra porque, y no me preguntes el porqué, quería abrir la nueva sección de este blog «Sábado, reseña,» con este libro. De hecho, me costó adquirir un ejemplar más de lo que hubiera pensado. Ninguna librería en Málaga (ninguna de las grandes) lo tenía en sus estanterías; lo encargué en una de ellas y se supone que llegó, pero fue traspapelado (¿quién lo disfrutaría por mí?); lo volví a encargar y las fiestas navideñas quedaron atrás (mi sección «Sábado, reseña» no podría empezar con el inicio del nuevo año). Al final, anulé el pedido y lo encargué a la librería granadina por excelencia de Málaga y en una semana ya lo tenía entre mis manos (el libro está editado por la Editorial Universidad de Granada). Unos se preguntarán ¿por qué no lo compraste online?  No sé, pero mi idea con «Sábado, reseña» es reseñar libros que atesoro en papel. Una idea, es una idea, o quizás solo «un error del pavo inglés.» Algunos amigos, autores de libros recientes que he tenido estos días entre mis manos, se preguntarán ¿por qué no empezaste por mi libro? No sé. No importa. No os preocupéis que vuestros libros saldrán en esta sección, faltaría más. Al grano.

Se inicia el capítulo séptimo, «La escalera de cristal,» con «Allí estaba, tan alta como el cielo, brillante, sagrada, bellísima, ¡sólida como el acero! [Desde allí arriba] el ser humano, el único ser creado a imagen y semejanza de la perfección, miraba a todos los demás desde las alturas. Lo que no sabía era que el pavo real ya había construido una escalera igual, pero para alcanzar un surtidor de gasolina.»

¿Qué nos hace humanos? ¿Qué nos diferencia del resto de los animales? «Un error del pavo inglés» nos lleva a creer que «el Universo ha sido «para» que seamos. Pero los acontecimientos no tienen un para sino un porqué. Las ideas teleológicas asociadas a la evolución están plenamente superadas hoy en día. No tenemos ojos para ver, vemos porque tenemos ojos.» No hay ninguna característica humana que no se dé en algún otro animal. Todos los recursos más abstrusos de los intelectuales para demostrar que somos superiores a los animales son rebatibles. Solo los ignorantes de lo que les rodea en nuestra planeta creen que somos el único animal autoconsciente, el único «animal racional.»

La historia de A.L.EX. (Animal Learning EXperiment) y la cognición animal no podían faltar en el libro [charla de Tay en Naukas 2012]. «Alex era sólo un loro, y un loro único, y un único individuo capaz de hacer algo es invisible a la ciencia. La corteza cerebral de un loro es minúscula en comparación con la de los primates, pero los resultados que se obtuvieron llegaron a superar a los de éstos. Un «bicho raro» de la naturaleza, [pero] la empatía, la moral y el raciocinio no son de nuestra exclusiva propiedad.» ¿Pero por qué nos gustan tanto las orcas? «El viejo Tom, «el humorista,» cumplía la «ley de la lengua»: [Los balleneros] se llevan el cuerpo de la ballena y las orcas se deleitan esa noche con la lengua.»

Somos animales. «Nuestra preciosa escalera de cristal era ficticia, debemos asimilarlo y digerirlo, ya no vivimos sobre el resto [de los seres vivos de la Tierra], vivimos con el resto. Si algunos se empeñan en mantenerse de puntillas probablemente lo único que van a conseguir es autoengañarse, ofrecer una estampa ridícula y que les acaben doliendo los tobillos.»

Se inicia el quinto capítulo, «¿Cuál es el sentido de la vida?» con una cita de Eccles: «Hemos llegado al convencimiento de que somos criaturas con algún significado sobrenatural que aún no hemos desentrañado.» Una noticia de sucesos como cualquier otra. «Un abogado que se peleó con su ordenador y lo tuvo que «matar» (le disparó cinco veces con un revólver del calibre 38) por haberle traicionado; llevaba diez años trabajando en un caso y el ordenador le había introducido un grave error en el texto.»

«¿Quién soy yo? ¿Qué es la consciencia?» son preguntas que todos nos hacemos y que Antonio trata de responder en el sexto capítulo de su libro, siguiendo la estela de Ramachandran (experto en sinestesia autor de «Los laberintos del cerebro» y «Lo que el cerebro nos dice»). Un repaso de algunos experimentos neurocientíficos curiosos que tratan de desvelar el misterio del «yo mismo,» le sirven para exponer la idea de los qualia (¿existe el color azul?). No me gusta de este capítulo la referencia a las neuronas espejo, que yo matizaría en gran medida.

El primer capítulo del libro, «La evolución y el cubo de Necker,» Antonio destaca la diferencia entre «evolución» y «teoría evolutiva,» aunque yo habría puesto mucha más carne en el asador al respecto de la existencia de múltiples teorías evolutivas. La evolución es un hecho, pero hay muchas teorías que la explican y ninguna es más verdadera que las demás, todas se complementan en ciertos aspectos; la realidad es así, ofrece múltiples prismas, pero que todos colapsan gracias al contexto, a ese contexto común a todo nuestro conocimiento que obtenemos gracias al método científico. La ciencia no está escrita, no está acabada. La ciencia está viva, se construye y deconstruye cada día, confome las teorías se matizan y refinan, se descartan y mutan.

No me gusta el concepto de «neguentropía» de Schrödinger, ni las ideas de Prigogine que Antonio expone brevemente en su segundo capítulo «¿Qué es la vida?» Aún así, quiero destacar del final de este capítulo su definición de vida: «La vida es una propiedad que nosotros asignamos a un sistema abierto, neguentrópico, autopoiético, alejado del equilibrio termodinámico, disipativo y autoorganizado gracias a la sinergia emergente de sus subsistemas; además, este sistema es capaz de reproducirse, mutar y reproducir sus mutaciones.» Como bien nos recuerda Antonio, «no existe una línea en la naturaleza que delimite lo vivo de lo inerte, las líneas divisoras las creamos nosotros.»

El brevísimo capítulo tercero, sobre la importancia de que los doctos se confiesen ignorantes, sobre todo si son docentes, porque la ciencia es la ignorancia compartida, deja una sensación extraña. Con perdón, Antonio, pero los tres primeros capítulos del libro, o bien sobran, o bien piden a gritos una discusión más detallada, quizás un nuevo libro específico. A mí no me han gustado, como tampoco me han gustado las referencias a la física en muchos pasajes del libro (para decir «En 1959» sobra toda la retórica sobre el big bang, la evolución del sistema solar, la de la Tierra, etc.).

En resumen, me ha gustado el libro y lo recomiendo a los lectores de este blog. A quienes también recomiendo, para abrir boca, la charla de Tay en este vídeo sobre «El error del pavo inglés,» y la reseña de Uhandrea para Naukas.

Lisa Randall, las dimensiones extra del espaciotiempo y los resultados del LHC en el CERN

Me ha sorprendido descubrir que aún no he escrito ninguna entrada sobre el libro de Lisa Randall, «Universos ocultos. Un viaje a las dimensiones extras del cosmos,» Acantilado, 2011 (la versión original en inglés es de 2004). Lo leí al poco de llegar a las librerías en Málaga, recién salido del horno, lo devoré y me gustó, sobre todo a partir del capítulo 17, cuando Lisa nos habla de su propio trabajo (desde 1998). Aunque no me gusta como abre los capítulos con «cuentos» que no vienen a cuento, me ha gustado los resúmenes que pone al final de cada capítulo, que permiten volver a ojear el libro a tiro fijo (como acabo de hacer). La escritura de Lisa es fácil de leer y la traducción es excelente (comparada con las pésimas traducciones de muchos otros libros de divulgación de la física teórica).

Lisa nos cuenta en el capítulo 17 cómo desarrolló junto a Raman Sundrum su famosa teoría RS (por Randall-Sundrum). Su idea es que las partículas del modelo estándar están en una brana 4D y las partículas supersimétricas están «secuestradas» en otra brana 4D diferente a la nuestra, ambas formando parte de un universo 5D (llamado bulk). Esta idea ofrece una explicación bastante elegante a la rotura de la supersimetría. Lo bueno es que esta teoría realiza predicciones a baja energía que se pueden buscar en los grandes aceleradores de partículas, como el LHC. Acumulando unos 100 /fb de colisiones protón contra protón a 14 TeV c.m. (en el centro de masas) se puede estudiar esta teoría hasta una escala de energía entre 2 y 4 TeV (depende de un parámetro llamado escala de curvatura).

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«Radicales Libres» de Michael Brooks, un buen anecdotario para los aficionados a la revista New Scientist

Las anécdotas, igual que los rumores, se deforman conforme son relatadas hasta que llegan a un punto en el que, fuera de contexto, significan todo lo contrario. El cuarto libro de Michael Brooks, «Radicales Libres,» Ariel, 2012, es una buena contribución al anecdotario popular sobre los grandes científicos que han forjado la ciencia contemporánea. El Leitmotiv de la obra es que la ciencia, como cualquier otra actividad humana, está plagada de imprudencias, fraudes, plagios, escarceos con las drogas, libertinaje y otras anarquías. Todas las anécdotas presentadas están seleccionadas y sazonadas para ratificar esta visión (sesgada) de la ciencia. Pero cuidado, algunas anécdotas parecen verdaderas, pero otras no lo son (o al menos las biografías de historiadores rigurosos que yo he leído ofrecen una versión diferente de dichas anécdotas). Supongo que el lector que busca biografías rigurosas no leerá una obra como ésta, pero creo que es importante recordarlo.  Por supuesto, el libro está bien escrito, se lee bien y presenta gran número de fuentes (aunque algunas me parecen poco fiables). Por todo ello, recomiendo este libro a quien quiera una lectura ligera que le dote de anécdotas para contar en las fiestas a las que asista.

En la lista de correos interna de Amazings.es afirmé que este libro estaba repleto de errores; quizás exageré un poco, pero no he cambiado de opinión, en los libros de anécdotas las «mentirijillas» son muy habituales y en este libro es fácil encontrarlas por doquier. Prometí listar los errores en las páginas 69, 100, 169, 200, y 269, si es que hay alguno. Seleccioné estas páginas a voleo porque el número 69 parece atractivo y el número 100 parece redondo. Tendré que releer dichas páginas y no temo morderme la lengua si no encuentro ningún error en ellas. Vamos a ver.

Página 69: En las páginas 67-69, Brooks habla de la famosa ecuación E=mc² de Einstein. «En 1905, la intuición de Einstein le dijo algo «divertido y seductor»: que la masa de un cuerpo cambia si emite un pulso de luz. Esto cristalizó en su mente en la famosa ecuación (…) pero nunca consiguió demostrarla.» Esto es falso, la idea de la pérdida de masa ya fue discutida por otros (como Poincaré en 1900 e incluso antes); Einstein revisó esta idea conforme a su nueva teoría de la relatividad especial. «Y hacia 1934 varios matemáticos ya habían publicado pruebas rigurosas que contrastaban con los toscos intentos de Einstein.» Como es obvio, la demostración de Einstein, completada por Planck en 1907 y von Laue en 1911, es rigurosa y correcta desde un punto de vista físico, pero no utiliza el lenguaje matemático de las demostraciones «rigurosas» basadas en teoría de grupos (teorema de Noether y similares). El lector que no lo sepa puede verse llevado a error y pensar que la gran fórmula de Einstein se demostró 20 años después de haber sido derivada. Máxime cuando entre las fuentes para este apartado aparece el famoso artículo del Premio Nobel Steven Weinberg, «Einstein’s Mistakes,» Physics Today, 2005, que por cierto no menciona en ningún lugar la fórmula E=mc² (habla de la constante cosmológica y de las ideas de Einstein sobre la mecánica cuántica). Otras fuentes a este apartado como el libro «Einstein’s Mistakes» de H. Ohanian, me parecen poco fiables.

Página 100: En las páginas 99-100, pone el ejemplo de la predicción de los quarks de Murray Gell-Mann en 1964 y afirma que «cuando se descubrió la existencia de los quarks, Gell-Mann obtuvo un premio Nobel.» Esto es radicalmente falso, ya que Gell-Mann obtuvo el Nobel de Física en 1969 por su «vía óctuple» (la teoría SU(3) del «sabor» de los hadrones) y su predicción de la partícula Omega. En 1969 aún no se habían descubierto los quarks, aunque empezaban a obtenerse las primeras pruebas experimentales en los experimentos de dispersión inelástica de electrones contra núcleos realizados por científicos del SLAC (Standord Linear Accelerator Center) y del MIT (Massachusetts Institute of Technology); Jerome Friedman y Henry Kendall (MIT) y Richard Taylor (SLAC) recibieron el Premio Nobel de Física en 1990 por estos experimentos que permitieron descubrir los quarks. En agosto de 1968, Feynman introdujo la hipótesis de los partones, pero entonces nadie los asociaba con los quarks porque no tenían las propiedades predichas para ellos (hoy sabemos que los partones son quarks y gluones, y debido a estos últimos sus propiedades observadas en estos experimentos diferían de las esperadas si solo fueran quarks, pero nadie lo sabía en 1970). El descubrimiento de los quarks fue resultado de la segunda generación de experimentos, entre 1970 y 1973, con electrones de mayor energía. El descubrimiento oficial de los quarks (y de los gluones) fue en 1973, cuatro años después del Nobel para Gell-Mann.

Página 169: En esta página se menciona la anécdota que cuenta Stephen Hawking en su famoso libro «Breve historia del tiempo» sobre una charla de cosmología que impartió en 1981 en el Vaticano. «Estaba bien estudiar la evolución del universo después del Gran Estallido, pero no el propio Gran Estallido: «éste fue el momento de la Creación y, por tanto, la obra de Dios,» dijo Juan Pablo II. Hawking cuenta con júbilo que él acababa de presentar una ponencia precisamente sobre este tema. Pero no se lo dijo al Papa.» Obviamente, en España no estamos acostumbrados a llamar «Gran Estallido» al «Big Bang» sino «gran explosión,» pero aceptemos «pulpo por animal de compañía.» Lo que es falso en este relato es bien conocido por todos los que hayan leído el libro de Hawking. Su charla en el Vaticano fue sobre el universo sin borde, un modelo del universo sin principio ni final, obtenido usando un valor imaginario puro para el tiempo en las ecuaciones de Einstein. La anécdota que Hawking cuenta con júbilo en su libro es que le invitaron a hablar en el Vaticano del inicio del universo en la gran explosión y él impartió una charla que afirmaba que el universo no tuvo inicio y no hubo gran explosión. Michael Brooks ha tergiversado las palabras de Hawking para que queden mejor en su discusión sobre Copérnico, Galileo y el papado. Un tipo de «mentirijilla» propia de los libros de anécdotas.

Página 200: En las páginas 199-201, Brooks nos lleva a la guerra civil española de la mano de Ernest Hemingway y su tragedia «Por quién doblan las campanas» («For Whom the Bell Tolls«). Como ejemplo de guerra civil en la ciencia menciona la rivalidad entre Subrahmanyan Chandrasekhar (Premio Nobel de Física 1983) y Arthur Eddington. Brooks nos sugiere que Chandra recibió el Nobel en 1983 porque, «aunque Eddington murió en 1944, su vituperio público de la obra de Chandra tuvo un efecto duradero.« La verdad es que pensar que la sombra de Eddington seguía viva 40 años más tarde de su muerte es tenerle mucha admiración, pero falsea bastante la historia real de la astrofísica. Chandra es uno de los grandes genios del s. XX y se ha caracterizado por cambiar de tópico de investigación cada dédada, más o menos. Su tesis doctoral de 1935 (donde descubrió el límite de Chandrasekhar para la masa de una enana blanca que le dio el Nobel) y su disputa con Eddington en 1936 puede que fueran el acicate de su emigración a EE.UU., pero allí cambió de tema. Hasta 1943 trabajó en la astrofísica de las estrellas, pero entre 1943 y 1950 cambió hacia la  transferencia de calor por radiación, entre 1950 y 1961 trabajó en hidrodinámica y magnetohidrodinámica, entre 1962 y 1970 estudió problemas de estabilidad de cuerpos en rotación y en relatividad general, entre 1971 y 1983 trabajó en agujeros negros, y sus últimos años los dedicó a ondas gravitatorias. Los que le conocieron dicen que Chandra trabajaba en un tema de investigación hasta que resolvía un problema importante, escribía un libro de texto con sus contribuciones, se aburría del tema y cambiaba a otro; los libros de texto de Chandrasekhar hoy en día son libros clásicos de lectura obligada para los expertos. La razón por la que Chandra obtuvo el Nobel en 1983 quizás sean los grandes avances en astrofísica nuclear, la física nuclear que explica cómo funcionan las estrellas, que se obtuvieron durante la década de los 1970. Estos grandes avances condujeron a la concesión de un premio Nobel a los padres del campo (Chandrasekhar y Fowler).

Página 269: En esta página empiezan las notas y las fuentes bibliográficas del libro. Así que no puedo comentar ningún error.

Lo dicho, el libro de Brooks se lee bien, pero hay que hacerlo con una pizca de sal y pimienta. El sesgo que imparte a las anécdotas que ha seleccionado molestará a muchos lectores, en especial a los aficionados del «espíritu anárquico del Fútbol Club Barcelona» (pág. 213); la verdad es que no entiendo por qué menciona Brooks al Barça y la «anarquía catalana» que mostró el «pueblo de Barcelona» en la Guerra Civil española. Aún así, si te gustan las anécdotas de científicos, te gustará el libro «Radicales Libres.»

Libros para el verano: «La pizarra de Yuri» de Antonio Cantó

Lo confieso, soy un sentimental. Se me ponen los vellos de punta y se me saltan las lágrimas cuando leo historias como «Los tres superhéroes de Chernóbyl,» La pizarra de Yuri, 11 de abril de 2010. La divulgación científica de izquierdas en España («rojilla» como le gusta decir a Yuri) es la divulgación de La Pizarra de Yuri. La verdad, me encanta, me encanta leer a Yuri cuando le da su toque de izquierdas a las entradas de su blog.

Entradas imprescindibles como «El pasado era una mierda,» 7 de marzo de 2010, o «Viruela: cuando la mano del Hombre fue más poderosa que el puño de Dios,» 24 de junio de 2010, son las que compendia en su libro, «El libro de la Pizarra de Yuri,» Silente, 2011 (a la venta en librerías por 20€ y en internet más gastos de envío). «Una recopilación y selección de artículos del blog, con una edición cuidada, que puede venir muy bien –por ejemplo– para un regalo, para leer serenamente este verano.» Solo texto, sin ilustraciones en color, el libro te permite disfrutar de lo mejor de Yuri en estado puro, en esencia.

Muchos blogueros tienen en mente publicar algún día un libro con una selección de las mejores entradas de su blog. Sin embargo, pocos escriben las entradas en el blog de una forma tan cuidada y tan trabajada como Yuri. Pocos lo tienen tan fácil a la hora de convertir su blog en un libro. Yuri lo prometió hace tiempo y lo ha cumplido. Y no será el último libro… ya ha prometido una segunda parte.

Me he leído el libro en tres días, a ratos muertos, y aunque ya conocía muchas de las entradas (pero no todas), las he vuelto a disfrutar. Me ha gustado el formato libro. El libro te permite concentrarte en el texto, en el flujo de las ideas, algo que me resulta difícil cuando leo un blog. En mi caso, trato de leer cuanto antes el meollo de la cuestión para pasar cuanto antes a otra entrada, a otro blog, a donde me lleven los enlaces. El libro rehuye las imágenes, los colores, el grafismo, y te permite entretejer las ideas siguiendo el hilo de la historia. Me ha gustado leer a Yuri en formato libro.

Por supuesto, no todo lo que reluce es oro. Hay varias entradas que no me han gustado (yo hubiera seleccionado otras en su lugar). Pero a cada maestro su librillo.

Para abrir boca, te enlazo las primeras entradas seleccionadas en el libro: «Esta es tu dirección,» «Esta es tu herencia,» y «Esta es tu naturaleza.» Por supuesto, seguro que prefieres leer «Secretos de la polla,» con un cierto toque morboso (como el propio título indica), pero yo te recomiendo «¿Cómo identificarías una Cosa Misteriosa?.» El resto de las entradas del libro, si no quieres o no puedes comprar el libro, las puedes descargar del blog de Yuri (basta copiar el título del índice del libro y usar su buscador o Google). Aún así, te recomiendo «El libro de la Pizarra de Yuri

Por cierto, Yuri, si lees esto… ¿por qué no has incluido en el libro «Chernóbyl-4«? La he echado de menos.

No te dejes engañar… lee «Mala Ciencia» de Ben Goldacre

«Muchos bebés murieron sin necesidad durante una década porque se les privó de este tratamiento salvavidas. Y murieron a pesar de que existía ya suficiente información para saber qué les podía salvar. Lo que pasaba es que nadie había sintetizado en conjunto ni analizado de forma sistemática toda esa información en un metaanálisis. […] Un concepto que ha salvado la vida a más personas de las que jamás llegarás a conocer en persona. […] Al acabar [el capítulo 4] sabrás más acerca de la medicina basada en la evidencia y del diseño de pruebas clínicas que el médico medio. Entenderás por qué pueden fallar los ensayos, cómo funciona el efecto placebo, o por qué tendemos a sobreestimar la eficiacia de las pastillas. Entenderás cómo es posible crear un mito en materia de salud, generado, fomentado y mantenido por la industria.» Extracto del capítulo 4 de «Mala Ciencia» de Ben Goldacre, editado por Paidós Contextos, marzo 2011. Lo confieso la editorial me envío copia del libro a cambio de esto.

«El doctor en pediatría Benjamin Spock escribió un libro que batió récords de ventas titulado «Tu hijo» (título original «Baby and Child Care»), que se publicó en 1946 y fue una obra de enorme influencia y una sensatez bastante apreciable. En él recomendaba con plena confianza que los bebés durmieran boca abajo. Hoy sabemos que ese consejo es erróneo y que una sugerencia tan trivial como aquélla, y que fue tan leída y seguida, ha acabado provocando miles (y tal vez decenas de miles) de muertes súbitas de lactantes. (…) Da escalofríos pensar que, cuando creemos que estamos haciendo algo bueno, tal vez estemos haciendo algo malo, pero ése es un pensamiento que debemos tener siempre presente, hasta en las situaciones más inocuas en apariencia.»

«Durante la Segunda Guerra Mundial, en un momento en el que los alemanes no lograban entender cómo nuestros pilotos podían divisar sus aviones desde grandes distancias, incluso en la oscuridad, para impedir que siguieran intentando averiguar si habíamos inventado algo inteligente como el radar (que sí habíamos inventado), los británicos urdimos un elaborado y falso rumor nutricionista. Los carotenos de las zanahorias, explicaron, son transportados al ojo y convertidos allí en retinal, que es la molécula que permite que nuestra vista detecte la luz. Esto es básicamente cierto. (…) Según la historia que se hizo correr desde el bando británico (sin duda, entre grandes carcajadas de aquellos bigotudos de la RAF), lo que habíamos estado haciendo era dar de comer a los nuestros grandes platos de zanahorias con el feliz efecto que se podía observar.

Merece la pena repasar estas tergiversaciones de las pruebas realmente existentes porque ilustran de forma fascinante cómo las personas pueden entender mal las cosas y porque el objeto del presente libro es que ustedes queden inmunizados frente a versiones futuras de semejantes estupideces. (…) Ellos están impulsados por el deseo de crearse un mercado para sí mismos en el que ellos sean los expertos y ustedes los engatusados y los ignorantes.» La solución según Goldacre son las revisiones sistemáticas, «una de las grandes ideas del pensamiento moderno. (…) En lugar de deambular por el ciberespacio seleccionando los artículos y trabajos que mejor sirvan para apuntalar nuestros prejuicios y que más nos ayuden a vender un determinado producto, en una revisión sistemática aplicamos una estrategia explícita de búsqueda para rastrear datos (una estrategia que se describe abiertamente luego, en el artículo publicado con los resultados, donde se indican incluso los términos de búsqueda empleados para indagar en las bases de datos de trabajos), tabulamos las características de cada estudio que encontramos, medimos (a ser posible, de forma «ciega» respecto a los resultados de los estudios) la calidad metodológica de cada uno de ellos (para comprobar lo «imparciales» que son), comparamos alternativas y, por último, elaboramo un resumen crítico y ponderado.» Extractos del capítulo 6 de «Mala Ciencia» de Ben Goldacre, editado por Paidós Contextos, marzo 2011.

Ben Goldacre, autor de "Mala Ciencia."

Ben Goldacre no sólo critica en su libro a las medicinas «alternativas» sin base científica, también arremete contra las industria farmacéutica y su influencia sobre la bibliografía médica profesional. Todos creemos que «las grandes farmacéuticas son malvadas: yo podría estar de acuerdo con esa premisa,» confiesa Goldacre. «Las compañías fijan sus precios siguiendo métodos que podríamos juzgar explotadores. La industria farmacéutica se ha convertido en la tercera actividad más rentable en el Reino Unido, detrás de las finanzas y del turismo. (…) Todos somos socialistas en materia de atención sanitaria: nos inquieta la idea de que la rentabilidad económica pueda desempeñar algún tipo de papel en las profesiones de vocación social. (…) Cómo llega un medicamento al mercado es una materia que se debería enseñar en el colegio. Un fármaco nace con una idea (molécula o similar) que es estudiada en laboratorio con animales para comprobar que funciona y que no nos mata. Si todo va  bien se pasa a la fase I de estudios («primera prueba en humanos») en un reducido número de valientes jóvenes sanos (para comprobar que no les mate y para medir la rapidez con la que el organismo excreta el fármaco). Si todo funciona pasamos a un ensayo de fase II en unas doscientas personas aquejadas de la enfermedad relevante para el fármaco («prueba de concepto»), a fin de estudiar la dosis adecuada y hacernos una idea de su eficacia. Muchas medicinas fracasan en este punto. Lo último es realizar un ensayo de fase III (aleatorizado y ciego) en centenares o miles de pacientes, en el que se compara el fármaco con un placebo o con otro tratamiento comparable para medir su eficacia y seguridad. Antes de la salida al mercado hay que solicitar una licencia para vender el medicamento, lo que a su vez puede llevar a unos cuantos ensayos más. Una vez en el mercado, todo el mundo se mantendrá alerta por si surge algún efecto secundario inadvertido hasta entonces (en el Reino Unido estos efectos los pueden informar incluso los pacientes a través del sistema Yellow Card). (…) Los médicos toman sus propias decisiones racionales a la hora de recetar un medicamento en función de lo bueno que ha demostrado ser en los ensayos, de los serios que son sus efectos secundarios y, a veces, de su coste. Lo ideal sería que obtuvieran la información sobre su eficacia a partir de los estudios publicados en revistas académicas que tengan implantado un sistema de revisión por pares o de manuales y artículos de revisión. A lo peor, confiarán en las mentiras de los visitadores médicos de las farmacéuticas y en el «boca a oreja.» Los ensayos de fármacos son caros, por lo que más del 90% de los ensayos clínicos clínicos de medicamentos y el 70% de los ensayos recogidos en las principales revistas médicas son realizados o encargados por la industria farmacéutica.» Extractos del capítulo 11 de «Mala Ciencia» de Ben Goldacre, editado por Paidós Contextos, marzo 2011.

Goldacre afirma que «hablando a título personal, yo desconfío profundamente de las compañías famarcéuticas, no porque piense que toda la medicina es mala, sino porque sé que disponen de datos ocultos poco halagüeños, y porque he visto hasta qué punto tergiversan la ciencia en su material promocional. (…) ¿Qué pruebas tiene un médico de la seguridad de un tratamiento concreto?» Goldacre recomienda «las revisiones sistemáticas de la bibliografía especializada realizadas por instituciones con autoridad académica, como la intachable Cochrane Collaboration.» En España contamos con el Centro Cochrane Iberoamericano, ubicado en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona (miembro del Instituto de Investigación Biomédica Sant Pau), cuya misión es «preparar, mantener y divulgar revisiones sistemáticas sobre los efectos de la atención sanitaria.» Extractos del capítulo 16 de «Mala Ciencia» de Ben Goldacre, editado por Paidós Contextos, marzo 2011.