Cada año electoral en EEUU es un hervidero de artículos sobre el papel de la web y las redes sociales (Facebook, Twitter y YouTube) a la hora de predecir el resultado. Como solo hay un 50% de posibilidades de acertar (o errar) siempre hay artículos cuyos autores pueden presumir de haber acertado, incluso en más de una ocasión. Sin embargo, los medios de comunicación social y los resultados de los algoritmos de análisis pueden ser fácilmente manipulados. Por ejemplo, alterando el número de seguidores de los candidatos en Twitter (uno de los candidatos presidenciales de este año aumentó su número de seguidores en 110.000 en un solo día, pero un análisis demostró que la mayoría de estos seguidores no eran personas reales). Los organizadores de la campaña utilizan de forma regular «Google bombs» (que engañan al algoritmo PageRank de Google y logran posicionar ciertos sitios web en los primeros lugares en los resultados de búsqueda para ciertos términos) y «Twitter bombs» (que logran trending topics gracias a retuitear de forma automática los tuits que incluyen cierta etiqueta o hashtag). Predecir los resultados electorales de forma fiable gracias a la web y las redes sociales requiere técnicas avanzadas de detección de «bombas» y de spam, técnicas contra las que compiten los desarrolladores de «bombas.» Por ello, algunos algoritmos tienen éxito en sus predicciones y otros no, o solo en algunas ocasiones y no en otras. La verdad es que muchos no usamos Twitter para hablar de política y los estudios indican que solo el 1% de los usuarios es responsable del 30% del volumen de tráfico sobre política. Nos lo cuentan Panagiotis T. Metaxas, Eni Mustafaraj, «Social Media and the Elections,» Science 338: 472-473, 26 October 2012.